Nada más

Aquella noche, él se había convencido de que no necesitaba nada más que ese momento, ni a nadie más que ella. 
Esa noche él volteó y la vio intacta con las sabanas cubriéndole la espalda. La vio, la admiro y la beso mil veces más con la mirada.
Esa noche, él recordó por qué la amaba y por qué con sus perfecciones e imperfecciones seguía acostado con ella en la misma cama, en la misma habitación, con el mismo amor.
Esa noche, acepto más cosas de las que había querido aceptar las tres décadas que había vivido con ella, suspiro más veces de las que ella lo había abrazado y le leyó en los labios más besos de los que se habían dado.
Después de esa noche, no tenían nada más que decir, no tenían nada más por cumplir y después de esa noche ninguno de los dos despertó.

V.S

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