El silencio de esta habitación no hace más que gritarme tu nombre, no hace más obligarme a pensar en ti.
Las paredes siguen hablando de nosotros, los arboles, las cartas, el cielo azul, las nubes grises, el sol que nos acompaño en todas las tardes de marzo pero sobre todo, mi sangre, nunca me había incendiado tanto como cuando tú estabas cerca.
Los martes juntos no se han ido como tampoco tus brazos rodeando mi cuerpo al verme escribir, aun los siento.
El miedo no nace por la idea de que siempre hay uno que quiere más, ni mucho menos por la idea de que puedas ser tú. El verdadero miedo empieza cuando aceptas y descubres que es más fácil llegar a querer como te quieren que dejar de querer para quererse igual, igual de poco.
Las paredes siguen hablando de nosotros, los arboles, las cartas, el cielo azul, las nubes grises, el sol que nos acompaño en todas las tardes de marzo pero sobre todo, mi sangre, nunca me había incendiado tanto como cuando tú estabas cerca.
Los martes juntos no se han ido como tampoco tus brazos rodeando mi cuerpo al verme escribir, aun los siento.
El miedo no nace por la idea de que siempre hay uno que quiere más, ni mucho menos por la idea de que puedas ser tú. El verdadero miedo empieza cuando aceptas y descubres que es más fácil llegar a querer como te quieren que dejar de querer para quererse igual, igual de poco.

No hay comentarios:
Publicar un comentario